sábado, 9 de mayo de 2009

CANTOS

Me agradan los ocasos de arreboles sin tormentas;
la nube plañidera
y el sol de los inviernos.

Me gusta el susurro del silencio,
el libro que me acuna y me lleva al sueño.
Me cautiva la voz que ríe,
los ojos que enternecen
y el canto gratuito del jilguero.

El aroma de la rosa,
el agua que canta en el arroyo,
las juncias que crecen en la ribera,
el candor del paisaje virgen…
y las verdes praderas.

El eco lejano de la esquila,
el rumor del viento,
la brisa mañanera
y el leve vaivén de las espigas.

Las noches sin luna,
el brillar titubeante de las estrellas.
La Osa Mayor,
el Camino de Santiago
y el brillo luminoso de Venus.

El amor de una doncella,
los ojos que me miran,
los labios que me besan,
la paz que se respira en la última cuesta,
los espacios libres,
las gentes sencillas
y las vidas placenteras.

El amor a las tierras cultivadas…
y a las bestias
Me pierdo en mí mismo,
rodeado de minúsculas hierbas,
cantando a las alegres mañanas
y a las tardes serenas.

Me entristecen los días oscuros,
las gentes que se dicen buenas,
los dictadores que nos salvan,
las leyes que prohíben
y los lugares de sombras tétricas.

Ando preocupado ante el alud de pasotas,
ante los que ríen cuando todos lloran,
ante la nube de beodos,
ante los que viven ignorándose
y a los que siendo humanos desprestigian sus genes.

No se a donde voy, ni de donde vengo.
Pero no ignoro
a los que con mis mismos razonamientos
se dicen
amos de la llave que abre la puerta
… y tienen la solución válida a todo lo incierto.

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