Al pino que no llegó
a centenario,
pino gallardo, esbelto, soberbio,
pino que soñaba hender a las estrellas con su copa,
copas donde anidarían
las águilas.
Asombro de caminantes,
referencia, sueño de bosques.
No ha sido abatido por
un vendaval, ni por un rayo,
No ha temido a los
truenos, ni a los relámpagos.
Señor del huerto.
El leñador, con su afilada hacha, ha segado
tu vida. Envidia de picudo.
Llanto, dolor, oprobio desdicha.
¿A dónde has ido, que no veo desde mi ventana tu gentil figura?
¿A quién cantará Machado?
Acaso convertido en
leña, ardas en chimenea, o mesa de un bar.
Acaso seas vómito de borrachos,
tertulia de barberos.
A tu través, se adivinaba la sierra, el Cerro del caballo.
La Rinconada, nacimiento, manar del bravío Torrente.
El Cerro de Acequias, parada para subir a la luna en los
veranos.
Plunes y los almendros, donde se cosechan collejas.
Arcadio, huérfano, tu ausencia llora.
¿Sucesos extraños
anublan el camino?
¿Dónde merendará el mirlo
su ración de procesionarias?
Y los gorriones, ¿dónde debatirán sus cuitas?
Ahora, perdida tu vista, quiero cantar a tu figura.
Un canto que será llanto de sapo o lagartija
¿Dónde estás, pino, que miro y no te veo?
Recuerdo tu llegada, procedías de Fiñana.
Creciste y
asustaste a los remisos.
Demasiada altura para un lugar de enanos.
Han desaparecido, en
otros lugares,
los olmos centenarios,
y la acacia de ramas
retorcidas,
La bella Puerta de la
Iglesia, como el huerto,
nota estas ausencias
.
Como a la primavera,
esperamos
luz, árboles, rosas, perfumes y silencios.
Mes de Febrero, año de oprobios, 2.o13
©Dionisio Carrillo
Robles