domingo, 31 de octubre de 2010

Ayer, hoy, mañana

Parece ser que en política todo es válido.

Parece que algunos políticos solo piensan en ganar el poder. Los comicios son válidos cuando no se coacciona la voluntad del pueblo.

A veces la coacción en forma de propaganda manipulada puede contribuir a la victoria.

Podréis gozar de la victoria, podréis abrazaros riendo.

Podréis disfrutar del triunfo, la victoria es legítima, es legal.

¿Acaso alguna vez ha sido ilegal la victoria?

Sin embargo, en lo más profundo del ser, ese ser que no nos acompaña en los jolgorios pero que se acuesta cada noche en nuestra cama, ese ser no está satisfecho, sabe que ni siquiera en la guerra vale todo.

Que no hay guerras justas, que todas son inmorales.

Podréis sentiros victoriosos, pero sabéis que la victoria grata se basa en la verdad.

La verdad y la razón son patrimonio de todos, como decía Montaigne.

Aunque los vencedores de estos tiempos, como los de siempre, suelen decir que la verdad y la razón se basan exclusivamente en la fuerza y en el poder.

Dijo el Cardenal Cisneros, cuando alguien cuestionó la legitimidad de su mandato, mostrándole desde su balcón a sus tropas armadas en el patio de armas: “Ahí está mi legitimidad y mi razón.”

Alguien, alguna vez nos pedirá cuentas, pedirá cuentas a los vencedores.

No se puede mentir o envolver la mentira con verdades discutibles.

No se puede insultar y descalificar sin pagar un precio, aunque hoy nos sonría la gloria.

¿Se notará alguna vez en el rostro del vencedor espurio, en la resaca de la victoria, la nostalgia del pudor perdido?

La propaganda hace, a veces, de mesnada. El poder de los medios de comunicación es más fuerte, seduce más, que las armas bélicas.

En principio nadie, o muy pocos, obran mal sin basarse, sin obedecer un mandato de las “alturas”, ya sean divinidades, patrias o impulsos privados. No todo lo obedecido es bueno, aunque buenas sean las fuentes de donde manan. Siempre se han sacrificado victimas a las divinidades y no sólo en los tiempos primitivos. Y a las patrias.

Nunca se ha desatado el nudo, siempre lo ha cortado la espada.

Hoy se impone la voluntad de las mayorías, pero también pueden manipularse.

No siempre los dictadores han nacido de guerras.